dimecres, 17 d’octubre del 2012

iJaimito


Mi ipod ha resucitado hoy después de medio año en la morgue. Esta mañana ha recuperado su aliento, su impulso vital, cuando lo he enchufado al ordenador por vete a saber qué motivo (no me sobraban, tipo Joaquín SA). Supongo que he probado suerte porque no es la primera vez que me pasa, eso de que resucite sin razón aparente un aparato que debería yacer inerte en el vertedero de Sao Paulo (no es una metáfora, sino un vertedero que tienen en Sao Paulo). Y siempre que pasa eso, que asisto al renacimiento de un bicho tecnológico, se me queda la misma cara de Jaimito.

Lo di por muerto en marzo, cuando una tarde dejó de sonar de golpe, sin previo aviso. Se me entienda: no esperaba que el ipod reuniese a toda la familia para despedirse, ni que redactase un testamento, pero sí que al menos mostrara signos intermitentes de flaqueza. Así yo me hubiera podido hacer a la idea de una vida sin él, silenciosa y arrítmica. Pero no, se apagó sin más.

Recuerdo que el mismo día en que murió el ipod, me fenecieron también unos auriculares JVC que sonaban de puta madre. Entonces atribuí el fallo simultáneo de los dos aparatos a algo así como una obsolescencia digital amañada, tal vez pactada previamente entre ambos debieron de confabular los dos a mis espaldas, los muy tecnomamones—. 


Pues eso, hoy me resucita el ipod con la mayor naturalidad y pone cara de yo no fui (como diría mi padre), y me permite recuperar discos que daba por perdidos, y vuelvo a tararear canciones de los días en que subía la Rambla con esa ansiedad desbordante que me provocaba ganas de arrancar la cabeza y/o de abrazar al primero que me dirigiera la palabra. 

Me resucita el ipod, y me deja este careto de Jaimito. Espero que se me vaya. Aún no estoy preparado para ser protagonista de chistes.

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