dijous, 18 d’octubre del 2012

Los dones de Don


No se ha creado mejor percha para un traje, ni tío más lamentablemente atractivo que Don Draper. Es el mejor entre lo peorcito.

Lo odio fraternalmente por miles de sencillas razones. La más importante: si un miércoles al azar me bebiera la mitad de güiscazos que él engulle en una jornada laboral, a media mañana ya estaría practicando air guitar sobre cualquier sofá; y lloraría tembloroso al caer la tarde, acurrucado bajo la mesa de mi oficina de cristal, a salvo de la mirada azul de alguna secretaria gorgeous.
 
Mi vida se tambaleó el día que Don Draper tuvo su primer ataque de ansiedad.


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