dijous, 15 de novembre del 2012

Caquitas


Miguelín da penita porque vive acojonado. Anda cagado todo el santo día pues padece el peor de los temores: el miedo a uno mismo. Preferiría recelar de cualquier ser sobrenatural con tres cabezas o de un psicópata que coleccione muertos en su jardín, pero vive aterrorizado con su propio yo. Más que con nada en esta vida (y en esta muerte).

Miguelín dice que no está como una regadera, sino que su cerebro se le riega por método de goteo de pensamientos inconfesables y atroces. Ese es su autodiagnóstico. Al pobrecillo le aterran, sobre todo, las cosas que no hace, pero que es capaz de realizar como ser humano que es hasta que su dentista demuestre lo contrario—. En definitiva, Miguelín vive cagadete con la posibilidad de perder el control, tiene miedo de su propia locura. Por eso va con el culito apretado a todas horas, porque sospecha que perderá la razón al doblar cualquier esquina. Por eso sus amigos le llaman Caquitas.

Ejemplos de pensamientos que atormentan a Miguelín: cree que saltará a la vía cuando entre el tren en su estación; da por hecho que cualquier día, sin saber por qué, le pegará una colleja al cabecilla de un grupo de skinheads. Otra idea absurda que lo tiene frito: siempre que viaja de paquete en moto, teme enloquecer y que le dé por hacerle cosquillas al piloto en los costados y acabar ambos sobrevolando el asfalto como dos hovercrafts de pacotilla.

Paranoias como éstas ensombrecen el cerebrito arrugado de Miguelín. Y eso que es la persona más pacífica que existe. Tendríais que verlo, un trozo de pan. Qué digo, una miga de pan. El invierno pasado, un perro se le meó encima porque no fue capaz de responder con un mínimo gesto amenazante. El chucho miccionó durante más de dos minutos sobre sus mocasines sin el menor remordimiento, con cara de “estamos tan a gustito”. Ante la ofensa canina, él no hizo nada, sólo miró de reojo su reloj y salió corriendo como si llegara tarde a una cita.

Una pena lo del Caquitas. Y para más inri, desde hace algunos meses el pobre Miguelín vive solo, por lo que ahora su día a día es como tener que compartir sofá con Jack el Destripador, o peor aún, como tener que luchar con él por el mando a distancia.


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada